A todo esto, ¿cuándo y porqué se originó la sonrisa?

¡Ah, La sonrisa! No hay otro gesto del ser humano que evoque tantos sentimientos. El curvar las comisuras de los labios hacia arriba y mostrar los dientes está presente en nuestro día a día. Hoy lo vemos como una expresión de felicidad, satisfacción y muchas otras cosas, aunque no siempre fue así.

¿Y cuándo empezamos a sonreír? Según historiadores y antropólogos, la sonrisa se originó desde la prehistoria con el Hombre de Neanderthal hace más o menos 100,000 años. Angus Trumble, en su libro A Brief History Of The Smile, explica que la exposición de dientes era parte del lenguaje no verbal de aquellos tiempos; Los cavernícolas que luchaban por territorio o comida, al hacer fuerza, contraían la musculatura facial exponiendo los dientes a su oponente, quien lo interpretaba como una señal de que el enfrentamiento debía de terminar.

Muuuchos años después (Siglo XII A.C.), los griegos serían de las primeras culturas en dejar vestigios de la apreciación de la sonrisa en su arte. Las estatuas kouros (kouroi en plural) eran representaciones de atletas jóvenes hechas en la antigua Grecia. Con la intención de animar los rostros de piedra, fueron hechas con una sonrisa, que es inusual en el arte de ésta época. El escritor Homero, por su parte, describía a Odiseo (héroe mítico de La Odisea) como un hombre sonriente.

Durante la Edad Media y el renacimiento las cosas se pusieron más difíciles. Gente de la talla de Jean Baptiste De La Salle (fundador de conocido colegio) y Albucasis se proclamaron en contra de la exposición de los dientes a los demás. El primero decía que “la naturaleza nos dio labios para esconder los dientes” porque según él mostrarlos iba contra el respeto a los demás. El segundo era un tanto más duro diciendo que un diente desalineado o que estuviera encima de otros era "una deformidad particularmente desagradable en las mujeres.”

En el período desde el Renacimiento hasta el Neoclasicismo, las sonrisas en el arte son muy escasas y tímidas. ¿La razón? Considerando que el primer documento descriptivo sobre Odontología fue escrito hasta 1728 (Le Chirurgien Dentiste de Fauchard), el cuidado dental era entonces muy limitado. Además, ya que no había dentistas generales y mucho menos especialistas, las sonrisas de entonces eran no menos que horribles. Hasta finales del Siglo XIX, la sonrisa era aún censurada por la sociedad. En los Estados Unidos de la época victoriana las trabajadoras domésticas tenían prohibido sonreír frente a sus amos.

Y, ¿cómo llegamos a donde estamos hoy? Se le atribuye Grover Cleveland, quien fuera presidente de Estados Unidos en 1885, el ser una de las primeras personas en hacer que sonreír en público se hiciera algo mainstream. En aquel entonces, sonreír públicamente era todavía un tabú, pero los votantes lo asociaban con un sentimiento de sinceridad de parte del político en cuestión, por lo que se convirtió en una estrategia política de lenguaje corporal muy efectiva.

Fue tal su impacto que marcó un precedente para los siguientes presidentes: Theodore "Teddy" Roosevelt (izquierda) y Woodrow Wilson (derecha). Los líderes europeos hacían comentarios a Teddy acerca de lo estética y agradable que era su sonrisa, aunque claramente no fue el caso de Wilson.

Una vez que la gente notó el impacto positivo de la sonrisa en los demás, empezó la preocupación por tener dientes más estéticos (y justo a tiempo, ¡inició la Ortodoncia!). Fue así como estrellas de cine, políticos y famosos de la época se convirtieron en una multitud que mostraba sonrisas alineadas de oreja a oreja.

Para los años 50, época en que la postguerra demandaba un espíritu alegre de nacionalismo y éxito, la publicidad se vio saturada de rostros sonrientes.

El resto de la historia la conocemos: Hoy en día sonreír ampliamente demuestra seguridad, autoconfianza y es una manera de mostrarse más cálidos con los demás. Es una expresión que nos ayuda a relacionarnos mejor de muchas formas, y en sí a ser más felices.

Así que ahora sabes que sonreír te ayudará a sentirte mejor incluso contigo mismo. No importa si eres un político en un mítin o solo te estás riendo de los chistes que te cuenta tu ensalada.

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